viernes, 8 de octubre de 2010

Batista reprobó en Japón y se renovó la danza de nombres


Seguramente, al director técnico interino de la Selección Argentina, Sergio Batista, le costará dormir tranquilo en los próximos días. Y, por qué no, semanas. La imagen que dejó su equipo en el amistoso ante Japón reabrió el signo de interrogación respecto a cuál es el verdadero nivel del combinado argentino. ¿Es acaso el que derrotó con lo justo a Irlanda? ¿El que goleó a la versión B de la España campeona del mundo en el Monumental? ¿O el que exhibió en la noche de Saitama?

A favor de Batista diremos que no pudo contar con el plantel que había imaginado para el encuentro frente a los nipones. A saber, Pablo Zabaleta, Javier Zanetti, Fernando Gago, Eber Banega y Sergio Agüero iban a integrar la lista de convocados para la excursión asiática. Sin embargo, sus respectivas lesiones impidieron que pudieran decir presente.
Si se tiene en cuenta las anteriores presentaciones y las palabras de Batista, se presumía que Gago, Banega y Zanetti tenían un lugar asegurado en la formación titular. ¿Cuál habría sido el aporte de estos jugadores? Corte, recuperación y toque, en el caso de Banega y Gago, y proyección por la banda derecha, en el de Zanetti.

De todos modos, más allá de estas presunciones, resulta incomprobable (y hasta inútil) pensar que con ellos en cancha, el resultado podría haber sido otro frente a los dirigidos por el italiano Zaccheroni. Incluso, tampoco estas aclaraciones sobre ausencias -que ya se conocían- permiten responder las preguntas antes esgrimidas. Pero vayamos por partes.

El proyecto que intenta implementar Batista surge de la idea de tener el balón la mayor cantidad de tiempo posible y, a partir de su posesión, elaborar con paciencia juego asociado que le permita al equipo llegar de forma masiva frente al arco rival. Explicada de forma más sintética, la idea del entrenador es mover la pelota de forma continua hasta arrinconar, de forma progresiva, al rival contra su arco.

¿En qué falló Argentina?
Punto uno. La poca soltura para manejar la pelota. Desde el principio, los jugadores argentinos estuvieron imprecisos para darle destino seguro al balón. Y el déficit se vio en todas las líneas.

Más allá de los electrizantes arranques de Messi del arranque, los defensores y mediocampistas fallaron de forma reiterada a la hora de pasarse la pelota. Y sin ese manejo deseado del balón, la imagen del equipo se resintió de forma notable respecto a la que exhibió ante España, el 7 de septiembre pasado.

Punto dos. La falta de ataque por las bandas. Sin la presencia de Zanetti, Batista decidió incluir en su reemplazo a Nicolás Burdisso, un defensor central que no tiene el recorrido del capitán de Inter.

Si se tiene en cuenta que por el lateral izquierdo jugó Gabriel Heinze, quien aporta mucha marca y presencia pero es poco dúctil para mostrarse como salida, el equipo argentino se quedó sin vuelo por las bandas.

Para colmo, Japón sabía que ni Messi, ubicado sobre el sector derecho, ni Tevez, por la izquierda, sienten la marca. Por eso no sorprendió que los mediocampistas nipones, apenas recuperaban la pelota, salieran disparados por los costados para aprovechar las espaldas de los cracks de Barcelona y Manchester United. 

Sin hombres por afuera (laterales o volantes), Argentina volvió a centrar su juego en arrestos verticales e individuales (algo que le sucedió muy a menudo en Sudáfrica 2010 con las recordadas arremetidas de Messi) y falló a la hora de generar juego asociado. Así facilitó las cosas a la "muralla china" de defensores ideada por Zaccheroni.

Punto tres. La falta de ideas ofensivas. Para vulnerar una defensa de tantos hombres como la que dispuso Japón, Argentina debía tener la pelota la mayor cantidad de tiempo posible y moverla de un lado a otro, con paciencia, hasta encontrar el hueco.

Peso sin soltura para manejar la pelota y sin marcadores laterales naturales que se sumen al ataque para ensanchar la cancha, las chances argentinas fueron reduciéndose con el correr de 
los minutos.

Tampoco hubo rebeldía por parte de los jugadores con mayor experiencia para intentar arrimar peligro con algún disparo de media distancia. Sólo un par de remates de Messi se fueron apenas altos o murieron en las manos del arquero.

Punto cuatro. La fragilidad defensiva. El arquero Sergio Romero se mostró inseguro: otorgó siempre rebotes largos ante los remates desde media distancia de Japón y de uno de esos intentos, llegó el gol único tanto del partido.

Por su parte, la defensa, una vez más, exhibió una alarmante fragilidad cuando fue exigida. No sólo no dio garantías colectivas sino que además sus integrantes perdieron en varias ocasiones en los enfrentamientos cuerpo a cuerpo frente a la rapidez de los futbolistas japoneses.

El futuro
Si bien es poco probable que el resultado ante Japón deje sin chances a Batista de ser ratificado en el cargo, también lo es que dentro de la AFA no vuelvan a escucharse otros nombres (Sabella, Russo, Simeone) que puedan reaparecer como opciones válidas a la hora de encontrar un reemplazante oficial al cargo que dejó vacante Diego Maradona.
Por lo pronto, en el horizonte próximo, más precisamente el próximo 17 de noviembre, aparece un (¿inoportuno?) clásico frente a Brasil, cuyo resultado podría derrumbar el sueño de Batista de continuar al frente del equipo si, para ese entonces, aún la AFA no decidió su ratificación formal en el cargo.

Lo cierto es que la derrota frente a Japón, primera en la historia, reabrió la herida y reaparecieron las dudas que generó en el público argentino la eliminación, con paliza alemana incluida, del Mundial de Sudáfrica.

Sería prudente por parte de los dirigentes de AFA que, al menos en esta ocasión, se dejaran los formalismos de lado, se propusiera un debate serio sobre el futuro de la Selección y se decida rápidamente al sucesor de Maradona para que empiece a trabajar con un proyecto de trabajo serio y a largo plazo porque la Copa América 2011 está a la vuelta de la esquina.
Pero eso será otra historia. Primero se deberá jugar, nada más y nada menos, el partido que más se quiere ganar

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